Aunque resistió la captura, desde entonces es bombardeada regularmente por las fuerzas rusas.

En las últimas semanas, Járkov no había sufrido mucho de la contraofensiva ucraniana relámpago que expulsó a las tropas de Moscú de la región. Pero Rusia todavía puede lanzar misiles desde su propio territorio.

El miércoles, poco antes de las dos de la madrugada, cuatro misiles cayeron en el barrio de Kholodnogorsky, alcanzando, según el ayuntamiento, dos edificios residenciales, un terreno de construcción e infraestructuras civiles.

Afortunadamente, el ataque sólo dejó un civil herido.

Liubov, con sus 45 años de experiencia en los servicios municipales, dirige equipos de limpieza que avanzan entre los escombros.

“La guerra es un desastre. Es aterrador, doloroso y miserable. ¿Cómo se puede soportar algo así?”, lamenta, mientras las sirenas antiaéreas siguen aullando, mezclándose con el sonido de campanas de las cúpulas doradas de la iglesia de Santa Sofía, donde los fieles ortodoxos se reunieron para conmemorar la Natividad de la Virgen María.

“Mucha gente perdió sus casas y el invierno está llegando. Cada noche nos acostamos con miedo. Pero seguimos trabajando. Disparan y trabajamos”, añade Liubov.

La reanudación de los bombardeos precedió de pocas horas el anuncio del presidente ruso Vladímir Putin de una movilización parcial que afectaría a cerca de 300.000 reservistas (ver página aparte).

Viktoria Ovtchinnikova, madre de dos hijos, siente “un miedo aplastante”. “Temo por los niños”, confiesa la mujer de 43 años. “Es un milagro que hayamos sobrevivido” al ataque de la noche, añade. “Están matando civiles. Aquí no hay nada más que jardines y casas civiles”, se indigna por su parte Svitlana, otra habitante de Járkov.

“Pido a todos los rusos que Dios les dé la sabiduría de huir y de ignorar la movilización. Espero que tomen conciencia y que no vengan a luchar contra nosotros”, implora. Galyna, de 50 años, afirma no entender a los rusos. “Protegemos nuestra patria. Es nuestro territorio. Es Ucrania y están librando una guerra. ¿Para qué? ¿Contra quién?” se pregunta.

En Kiev, la capital -hoy lejos del frente y que no ha sido afectada por los bombardeos desde finales de junio-, el estado de ánimo parece más combativo.

“Creo que no hay que prestar atención a las declaraciones del dictador ruso”, juzga Oleg Slabospytsky, un militante de la sociedad civil de 33 años. “El hecho de que anuncie una movilización o un nuevo decreto en Rusia no cambiará nada para nosotros en Ucrania”, asegura. “Venceremos a Rusia o el enemigo ocupará la totalidad de nuestros territorios”, subraya.

Agencia AFP