Nacida y criada en el  seno de una familia amante de la adrenalina aérea -su padre, Carlos Dillon, es piloto de aviación y sus tíos Ernesto y Enrique pilotos de Aerolíneas Argentinas-, Jennifer Dillon no podía aspirar a otra cosa en la vida que continuar con el legado familiar.

Sin embargo, logró llegar muchísimo más lejos de lo que ella misma soñaba y aspiraba cuando adolescente, a punto tal que llegó a convertirse en la primera mujer en competir en acrobacia en planeador en el país y también en obtener la licencia deportiva para esa disciplina que es emitida por la Federación Aeronáutica Internacional (FAI).

Si bien sus primeros pasos en el mundo aeronáutico fueron como azafata, un curso de taller aéreo que tomó en el año 2003 en Tandil, donde se animó a volar por primera vez en planeador, la llevó a tomar la decisión de iniciarse en el fascinante mundo de las acrobacias aéreas, comenzando así a trazar el camino para otras mujeres que, al igual que ella, soñaban, y sueñan, con participar de esa actividad deportiva que, tal como ella afirma, “todavía está muy masculinizada”. 

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Empece a volar planeadores en Tandil y tuve que dejar porque me fui a vivir a otro pais. Al regresar pude hacer acrobacia con un amigo que me impulso”, comentó Dillon, en una entrevista con el programa Punto Capital que se emite por FM 90.9, Radio La Plata.

“Mi pasión por la acrobacia ignoraba los retos que desorientaban a otros pilotos. En La Costa podes sufrir desorientación espacial, por el cielo y por el mar, y todos se descomponían… pero yo igual quería volarl”, agregó quien en 2007 se anotó en el curso de piloto de avión y planeador, en tanto que fue recién en 2011 cuando realizó su primer entrenamiento formal en Alabama. Estados Unidos.

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Desde 2014, esta mujer piloto de 38 años dirige, junto a su padre, una escuela en la que dicta cursos teóricos de carreras aeronáuticas, es socia fundadora de la Asociación Argentina de Acrobacia Aérea y participa de manera activa en la Asociación de Mujeres en Aviación Argentina que busca fomentar y difundir la actividad aeronáutica en general y la deportiva en particular.

Semejante trayectoria y presente, le valieron ser distinguida recientemente  como personalidad destacada de La Plata, ciudad en la que vive desde los 2 años.

La felicidad que mi papá sentía fue mi mejor inspiración, Ver la felicidad y el disfrute de él mientras trabajaba era algo supremo. Lo miraba y pensaba: ‘¡Mi papá se va a trabajar feliz!’, y no era algo muy usual. Y mucho menos que, con los años, siguiera sintiendo esa felicidad además de tanta pasión y entusiasmo. Eso fue lo que me inspiró”, comentó, en rueda de prensa, tras recibir el merecido galardón que premia no solo su exitosa carrera sino, fundamentalmente, su lucha por incluir a las mujeres en el mundo de las acrobacias aéreas.

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“A veces es muy fuerte lo que le pasa a tu cuerpo, que no se puede comparar con otra cosa que se conozca, porque no tiene nada que ver con el paracaidismo. La única sensación que se puede asimilar es con la montaña rusa“, agregó.

En 2017 se casó con el piloto Marcos Martín, a quien conoció en el Aeroclub La Plata que compartían para entrenar y en el cual contrajeron matrimonio en una boda soñada, ya que ambos llegaron al lugar piloteando un avión por separado.

Preparamos un show de acrobacias sobre el Aeroclub La Plata, donde nos conocimos). Y, como en las competencias, cada uno hizo una maniobra aérea conocida y otras nuevas”, comentó Jennifer.

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“No fue algo sorpresa porque, aunque no lo contamos, como nos casamos en el aeroclub y todos sabían a qué nos dedicamos, ¡era esperable que apareciéramos volando! ¡Ja, ja!”, afirmó quien en agosto de 2019 obtuvo el segundo puesto en su categoría en el National Aerobatic Championship, que se llevo a cabo en Spitzerberg, Austria, en lo que fue la primera participación de pìlotos argentinos en una competencia internacional en la clase GLIDER.

“La acrobacia me permitió estar en lugares donde nunca imaginé que iba a estar. Me costó un montón llegar hasta acá porque es un mundo masculinizado, en general, y en la acrobacia en particular, digamos, y solo para algunos hombres porque es una actividad cara. La verdadera competencia es superarme a mí misma. Mi desafío de volar, de aprender cosas nuevas y volar bien. Me emociona definirlo porque no evito recordar todo lo que me costó llegar hasta acá”, concluyó Dillon.

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