Cuando llegan a las oficinas que Christian Bragarnik tiene en la calle Encarnación Azcurra, en el lujoso barrio de Puerto Madero, varios futbolistas repiten la misma secuencia: como a veces hay que esperar, se ponen a jugar al flipper que hay en la antesala de la oficina principal del cada vez más poderoso empresario del fútbol. Bragarnik sabe que los jugadores se impacientan, por eso dispuso una serie de juegos para atenuar esa ansiedad. Además de abogado y representante, también sabe lidiar con el carácter de quienes le hicieron amasar poder y dinero en esta década y media. Es una de las facetas, aseguran, de su perfil de negociador.
Bragarnik ya no aterriza en los clubes de manera solapada y muy de a poco: ahora su llegada despliega promesas, declaraciones de bienvenida de los dirigentes que cierran filas con él y, también, la oposición de sectores que denuncian una sociedad anónima de facto. Atrás quedó la incursión lenta y silenciosa en Defensa y Justicia y en Arsenal, una “asesoría” que incluía desde la compra de maquinaria hasta las semillas para la resiembra del césped.
Rosario Central es la nueva estación en el recorrido del poderoso empresario y representante de jugadores y técnicos. Con el arribo de Carlos Tevez como entrenador, Bragarnik abrió la puerta del Gigante de Arroyito a sus representados y a negociar refuerzos como un dirigente paralelo del club rosarino, dirigido ahora por el vicepresidente, Ricardo Carloni, luego de que el presidente, Rodolfo Di Pollina, se alejara por la crisis deportiva e institucional, pintadas y amenazas en los alrededores de su casa y problemas de salud.
Carloni hizo una triple alianza para intentar gobernar en estos cuatro meses previos a las elecciones, que serán en octubre: acordó con la barra brava que lidera Andrés “Pillín” Bracamonte; con el presidente de la AFA, Claudio Tapia, y con el poderoso representante que domina el fútbol nacional desde hace una década.
“Tenemos una buena relación con Bragarnik. Rouco y Bragarnik pueden facilitar la gestión de refuerzos”, reconoció Carloni el jueves, antes del errático debut de Tevez ante Gimnasia en Arroyito. Hasta antes de la llegada de Carlitos, el plantel de Central tenía cinco futbolistas representados por Score Fútbol, la empresa de Bragarnik. Gaspar Servio, Damián Martínez, Cristian Báez y Marcelo Benítez fueron titulares en el estreno de Tevez. El quinto, Fernando Torrent, ingresó en la segunda parte.
Tevez ya pidió refuerzos para encarrilar un equipo a la deriva. El club, con un pasivo reconocido de 15 millones de dólares, delegará parte de esa responsabilidad en Bragarnik. El primero en llegar es Ignacio Malcorra, un mediocampista que proviene de Lanús. Lo patrocina, obvio, Score Fútbol, que representa un total de 136 jugadores y 29 entrenadores. De los 28 equipos de la Liga Profesional, 19 tienen futbolistas patrocinados por la agencia de Bragarnik.
“Es el inicio de una plataforma de negocios que va a terminar mal”, le dice a PERFIL Carlos del Frade, diputado provincial de Santa Fe y ex candidato a vicepresidente del club. Del Frade firmó esta semana un pedido de informes en la Legislatura provincial para que “el Poder Ejecutivo, a través de sus organismos correspondientes, informe cuáles son los organismos estatales preparados para evitar un proceso de vaciamiento institucional”.
¿En qué se basa Del Frade para definir la llegada de Bragarnik a Central como un vaciamiento? “En que Central no tiene cómo pagarle a Tevez ni a las incorporaciones que podrían llegar”, dice. Los refuerzos llegan, a veces sin que el club deba comprar el pase, pero luego hay que hacerse cargo de los contratos. Ahí es cuando las soluciones se convierten en falsas soluciones. Lo saben bien los hinchas de Ferro, el último caso de este modelo de gestión.
Mundos. Las influencias de Bragarnik ya no se circunscriben solo a Argentina o México, el país donde empezó todo allá por 2002, por su amistad con Jorgealberto Hank Inzunza, uno de los 19 hijos de Jorge Hank Rhon, ex alcalde de Tijuana, dueño de Xolos y, según una investigación de la revista Un Caño, “un oscuro líder político de Baja California, que maneja una cadena de casinos sospechada de lavar el dinero del cartel de Tijuana”. El pedido del diputado Del Frade no puede escindirse de ese pasado.
El alcance de Bragarnik es cada vez más abarcativo: tiene acciones en dos equipos chilenos –Unión La Calera y San Luis de Quillota– y es el presidente-gerenciador del Elche, de LaLiga de España, acaso el único espacio donde abandona su elaborado perfil bajo y está obligado a brindar conferencias de prensa y posar para fotos en redes sociales.
Definido como “coach” en Florencio Varela, “asesor deportivo” en Sarandí y “hábil para destrabar situaciones” por un ex dirigente de Boca, Bragarnik diluyó su viejo fanatismo por Vélez y lo trasladó a la Comunidad Valenciana, donde se emplaza el Elche. Ahí, el mes pasado, el empresario lloró en una conferencia al recordar cómo su hijo de tres años se negó a ponerse otra camiseta. “Solo me pongo la del Elche”, le dijo. Una incondicionalidad muy diferente a los negocios itinerantes que representa su padre.
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