Cientos de personas se acercaron el domingo al Ferroclub de Remedios de Escalada, en el partido de Lanús, para celebrar el Día de la Niñez. “No esperábamos tanta concurrencia”, señalaron algunos de los voluntario que trabajaron en el evento.
El predio, ubicado en la avenida 29 de Septiembre 3675, se vio colmado por familias que decidieron prenderse y participar del evento. La extensa fila en la puerta daba cuenta de la cantidad de visitantes que se acercaron el domingo para pasar un día distinto, al aire libre, con trenes (algunos en funcionamiento) y autos antiguos.
El bono contribución, dinero que se utiliza para mantener el predio y restaurar las unidades, era de 300 pesos para los menores de 12 y 500 para los mayores. Varias personas se ubicaron en las puertas para poder agilizar la entrada de los visitantes, quienes ni bien cruzaban las puertas, se sorprendían con el silbido de la trochita y el vagón comedor.
Así daba comienzo el paseo, que en esta oportunidad sumó autos antiguos. El Club de Amigos del Ford A expuso varios vehículos en el predio para el asombro y chicos y grandes. Con un cordón divisor entre los rodados y los visitantes, muchos aprovecharon para tomarse fotos y ver en detalle estos vehículos. La atracción fue objeto de las miradas de los más grandes, mientras que los más pequeños posaron los ojos en las formaciones a vapor.
“Muy buenas y calurosas tardes. En nombre del Ferroclub Argentino, les damos la bienvenida al coche pullman 440. Fue construido en Holanda y llegó a la Argentina para tomar servicio hace casi 70 años. Cuando llegó al Club, llegó en condición de chatarra y gracias al esfuerzo laboral y económico de los socios, es la realidad en la cual estamos viajando. Agradecemos vuestra presencia. El bono contribución que adquirieron al ingresar nos permite continuar con nuestra tarea de restaurar, conservar todo el patrimonio ferroviario que tenemos en custodia”, advierte el guarda a las decenas de personas que subieron a la unidad que llega hasta los talleres de trenes del Ferrocarril Roca, donde se realiza la reparación de motores, choches y vagones.
En otro espacio, la extensa fila para subir a la trochita, que recorre todo el predio, generaba asombro. Las ganas de dar una vuelta ganaron y los más chicos convencían a los padres de esperar. El costo de este viaje es de 50 pesos, el único que se cobra aparte en el predio.
Frente a la estación, el humo de la parrilla convocaba a decenas de personas que hacían dos filas, una para hacer el pedido y otra para retirarlo. “No sabemos que queda”, advirtió una de las mujeres que preparaba los encargos. Es por esto que durante algunos minutos, la gente que esperaba para hacer el pedido tuvo que esperar a que se liberara la otra. Buena noticia, quedaban hamburguesas, choripanes y unos pocos panchos.
Dentro de la nave central hay dos formaciones en exposición, pero también se pueden recorrer otras que están ubicadas en el predio. Chicos corriendo por los laterales de los trenes y muchas fotos, fueron el común denominador. En otra punta, una grúa levantaba a los que se animaban al desafío.
Ya cuando hacer filas era inaceptable por el cansancio, muchos optaron por acomodar una manta en el césped y compartieron mates, gaseosas y algunas de las tortas que quedaban por vender en la parrillita. También hubo quien ingresó al comedor para comprar algunas facturas y aquellos que sacaron los sandwiches preparados en casa.
Los stands en el fondo del predio, que permitían adquirir remeras y gorras del Ferroclub, fueron objeto de consultas; pero se destacaron aquellas mesas en las que se podían ver trenes a escala antiguos. Se ofrecían, además, revistas ferroviarias y los más modernos trencitos de “Thomas and Friends”.
Al final del recorrido, las familias se retiraban con un cansancio extremo pero con una sonrisa en la cara, que invita a volver a visitar el “museo de trenes” escondido en medio de la ciudad.