Y de repente, un sábado de agosto a las diez y media de la noche, en el invierno de Argentina y el verano de Estados Unidos, millones de personas estábamos buscando en Fútbol Libre, en Roja Directa o en sitios que desconocíamos por completo una ventana para ver a Messi. Para verlo jugar una final con la camiseta rosada con la que se visten los niños y las niñas en el país y venden los manteros por todas las ciudades: la del Inter Miami. Es imposible medir el ráting, pero algún portal o alguna empresa quizás dimensione la audiencia extraordinaria que tuvo este encuentro en Argentina. No se trataba del Mundial de Qatar, ni siquiera la Copa Francia o la Copa del Rey, sino la Leagues Cup, un torneo que no nos importa en lo más mínimo. Pero Messi, el tiempo de Messi, es eso: el descubrimiento de lo ajeno, la puesta en valor de lo menospreciado, la búsqueda de excusas para sorprenderse, para verlo un ratito más jugando al fútbol y haciendo lo que más le sale: lo imposible.
Y así fue, una vez más. En el país del show y la estridencia, de los relatos que buscan en el soccer lo que encuentran en el fútbol americano, Messi regala arte. Son pinceladas de arte, un ratito, una jugada, una gambeta o un golazo –otro– como el de anoche, con la marca registrada de su carrera: corriendo de derecha a izquierda y pegándole con comba para que la pelota entre arriba, en el ángulo. Un golazo, como casi todos los que hizo Messi en este tiempo breve pero feliz en Estados Unidos con el Inter Miami.
Porque si los dos años en el Paris Saint Germain fueron un lastre, la insatisfacción crónica de este tiempo sintetizada en un equipo lleno de estrellas y de petrodólares qataríes que no podía cumplir el objetivo trazado, estas semanas en Miami –su debut fue hace menos de un mes– son lo contrario: también hay millones de dólares, pero sobre todo hay un Messi feliz y pleno. Refleja eso en cada partido. Anoche con el gol y con el tiro que pegó en el palo, casi sobre el final, luego de que Nashville –merecidamente– empatara la final por un centro que derivó en una carambola. El Nashville juega bien: es un equipo que toca, avanza y propone. Es un equipo, y con eso derriba el prejuicio argentino sobre la calidad de la Major League Soccer. Mereció ganar la final, aunque en la última jugada, el ecuatoriano Campana tuvo la chance de darle la Copa al Inter. Definió tan mal que era difícil entender lo que había intentado. Todo se definió por penales en una definición larguísima (10-9). Messi sufrió, hizo gestos que serán memes y se abrazó. Como en la final de Qatar, la felicidad fue suya. Y también de nosotros.
Números de Leo
◆ Con el que convirtió anoche, Messi sumó 10 goles en 7 los partidos que disputó con la camiseta rosa del Inter Miami.
◆ Cuando llegó Leo, el club de David Beckham estaba en el fondo de la tabla y llevaba 11 partidos sin ganar en la MLS.
◆ Acompañado por Sergio Busquets y Jordi Alba, sus exsocios del Barcelona, Messi hizo del ataque del Inter el más temible del campeonato, con 21 goles en seis partidos.