Una charla telefónica con Fernando Ambrosius, propietario del campo Santa Irene, en Tres Arroyos, nos dio gran satisfacción: la laguna La Tigra estaba plenamente activa y podíamos volver a relevarla embarcados una temporada más. Así que hacia allí viajamos junto a Gustavo Gregorini y Duilio Kroling. Desde Capital Federal nos separan 505 km por RN 3, previo paso –unos 10 km antes de la laguna– por Mundo Mojarras, de nuestro amigo Pipo, quien nos tenía preparadas unas abundantes porciones de mojarras vivas.
Para la ocasión utilizamos cañas telescópicas de 4,20 m, reeles cargados con multifilamento de 0,12 mm y también con nailon del 0,30, y aparejos de tres boyas en distintas gamas de colores y modelos. Esto va en gusto de cada pescador, lo importante es que la línea garetee para ganar mayor distancia desde la embarcación, ya que los piques en su mayoría se dan lejos. En cuanto al largo de las brazoladas, fueron variando entre los 15 y 80 cm de la superficie. Otro aparejo que anduvo muy bien fue el tradicional paternóster con tres anzuelos y con un plomito al final de la línea. En todos los casos, utilizamos anzuelos N° 1/0 con carnadas variadas: mojarras vivas, saladas o en harina de maíz, y filetes de dientudo y de magrú. También se pueden utilizar colorantes para teñir la carnada. Los más rendidores: rojo, verde y amarillo.
Características del ámbito
En su nivel habitual, la cuba de La Tigra tiene una superficie de 380 hectáreas y una profundidad media de 1,30 m, con una máxima de 5 en su mayor nivel, pero al día de hoy su parte más profunda llega a los 3 m. Desde hace dos años se vio afectada por las altas temperaturas de ambos veranos y por el poco caudal de lluvias en la zona, fenómenos que bien supo soportar y que fueron modificando el ámbito que de a poco se va recuperando, fundamentalmente gracias a las últimas lluvias. El fondo del espejo es de barro y tosca, con costas de barrancas bajas, en general de la misma composición del lecho, a lo que se suman algunos declives suaves con barro y manchones de juncales emergentes. Gran avistaje de diferentes aves complementan una gran jornada bien agreste.
La pesca
Llegamos al lugar cerca de las 8 de la mañana. Fernando y su señora nos estaban esperando para darnos la bienvenida e indicarnos donde teníamos que botar nuestra embarcación. El lugar no cuenta con embarcadero, pero sí con una costa muy firme para esta maniobra. Ultimamos los detalles y con nuestra lancha ya en el agua navegamos unos 500 m. La referencia es que nos anclamos bien enfrente del pesquero, con el viento a nuestra espalda. Mientras navegábamos a bajas revoluciones podíamos observar la gran población de pejerreyes, un buen augurio para una temporada prometedora. Terminamos de armar los equipos con líneas de flote compuestas con tres boyas y sin puntero para que el conjunto trabajara suelto sin resistencia alguna. ¿El pickup del reel? Abierto para que el aparejo garetee y tome distancia de la embarcación.
Los piques no se hicieron esperar porque llegaron de inmediato, con pejerreyes que rondaron entre los 25 a 30 cm en las primeras horas de la mañana. Los flechas de La Tigra se encuentran muy activos y voraces a la hora de dar batalla del otro lado de la línea. Los encarnes, en lo posible hay que hacerlos bien voluminosos, lo que permitirá ir seleccionando los peces. Más de una vez dimos con flechas fuera de medida que devolvimos si no se encontraba tragado. Lo bueno fue ver la gran población de ejemplares en acción.
Piques en superficie
Pasada media mañana, el viento comenzó a soplar con mayor intensidad. A causa de esta buena oxigenación los portes cambiaron: empezaron a aparecer pejerreyes que rondaron desde los 30 a 40 cm, casi picando en superficie. Había tantos que en los aparejos de Duilio y Gustavo se lograron varios dobletes. Llegado el mediodía decidimos retomar hacia la costa para un rico asado que un amigo de Tres Arroyos –Mario Losada– ya tenía a punto. El también sería de la partida a bordo después del almuerzo.
Embarcamos nuevamente con la idea de buscar a los flechas en uno de los bajos a mano izquierda del pesquero, un sector que hay que navegar con mucho cuidado e ir leyendo el agua, porque sumergidos hay palos de alambrados que apenas asoman en superficie.
Anclamos las embarcaciones en un sitio con el viento a nuestras espaldas, carnada bien voluminosa en los aparejos (una mojarra combinada con un filete de dientudo o magrú) y líneas al agua. Los piques fueron uno tras otro, con pejerreyes de 25 a 40 cm, pero los grandes portes a los que nos tenía acostumbrado La Tigra hasta este momento no aparecieron, aunque las sorpresas siempre están latentes.
Es para destacar que la cuota se logra tan fácilmente que tenemos que ir clasificando los ejemplares; lo vamos logrando con encarnes voluminosos. A modo de cierre de jornada, decidimos acercarnos más hacia la costa y efectuar los últimos intentos en aguas bajas, a no más de un metro de profundidad. Regulamos las brazoladas entre los 15 y 40 cm de la superficie porque veíamos muchísima actividad de pejerreyes acardumados y comenzamos con los intentos: los piques fueron uno tras otro. ¡Hasta tripletes en los aparejos! Un dato más: los amantes de la pesca costera pueden realizarla con líneas de fondo efectuando lances largos; o con líneas de flote y paternóster.
La jornada llegaba a su fin con una gran satisfacción: La Tigra vuelve a ocupar la agenda de los pescadores del centro de la provincia de Buenos Aires. Un ámbito donde podemos combinar una salida familiar fuera de lo común, para conectar con la naturaleza en un generoso espacio abierto y pasar un buen día de campo, a lo que se suma la posibilidad de una jornada de pesca excelente.
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