Podría haber sido un capítulo de Black Mirror, un fútbol algo distópico y desangelado, pero no: se la llamó Copa Potrero, un nombre que legitimaba desde la semántica y encubría desde la realidad. Lo que era un evento meramente mercantil y lucrativo quedó enmascarado con la palabra más genuina vinculada al fútbol nacional: la de los orígenes de barro, barrio y la esencia más pura de la pelota.

Pero esta Copa Potrero tenía a los árbitros microfoneados, a los futbolistas profesionales también con micrófono para que, como si fuera un reality futbolero, cada palabra se escuchara en la transmisión en vivo de ESPN y en cada uno de sus programas diarios de sus distintos canales y con sus periodistas. Además, en el contexto libertario del “no hay plata”, asomaba YPF en cada una de las camisetas de los cuarenta equipos participantes.

Justo esta semana en que las empresas de juego online fueron un tema de debate por la media sanción de la ley contra la ludopatía en Diputados, la Copa Potrero tenía a una de las casas de apuestas más poderosas, Betano, como naming sponsor, la misma que auspicia a la Liga Profesional.

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Sergio Agüero y Carlos Tevez, dos personas que tienen relación directa con el Gobierno y con los socios del Gobierno, gestaron una competencia que tuvo escenas divertidas, viejos futbolistas de calidad inalterable, pero también escenas ludópatas para preocuparse: apuestas clandestinas y en efectivo desde las pequeñas tribunas o el alambrado del estadio de Pilar y una promoción a viva voz para que las personas que estuvieran viendo la competencia por ESPN pusieran su dinero en alguno de los equipos.

Merodeando cada partido estaba el Oso de Jesse James, acusado y denunciado por apuestas clandestinas en la reserva de Laferrere, echado de ese club por el estrago y los resultados insólitos que de repente ocurrían en esa categoría.

“Sé que muchos equipos de barrio quisieran participar de un torneo con un buen premio. Hay chicos que no tuvieron la chance de llegar a Primera División y tendrán la posibilidad de jugar como en el potrero, pero televisado y mucho más profesional. Quiero que se diviertan, que la pasen bien y sea una experiencia única para ellos”, contó el Kun Agüero al principio del torneo.

Sin embargo, quedó claro que la Copa Potrero fue una carta más de las desplegadas por un grupo de personas que intentan cambiar algunos paradigmas del fútbol argentino y que intentan instalar nuevos formatos como el de las Sociedades Anónimas Deportivas. ¿Qué fue, si no, la comparación del premio que entrega esta competencia con el que entrega la Copa Argentina? En esa comparación, el metamensaje era: si organizamos nosotros, todo será mejor, si organizamos nosotros, todo será más divertido (algo que, en rigor, también puede ser verdad).

En ese ecosistema estuvo, cuándo no, el secretario de Deportes, Turismo y Ambiente, Daniel Scioli, uno de los principales promotores de las SAD dentro del gobierno de Javier Milei, además de creador y emblema de Villa La Ñata, uno de los finalistas de la Copa Potrero, que finalmente ganó La Crema, el equipo de Mauro Zárate y Brian Fernández. “Fue una sociedad de ESPN con Agüero, más algunos futbolistas útiles para consolidar el discurso privatista”, define a este evento un dirigente importante.