El 30 de marzo de 1974 fue un día histórico para el automovilismo argentino. El Himno Nacional volvió a sonar en los festejos de la máxima catergoría después de más de 16 años. El hombre feliz esta vez era Carlos Alberto Reutemann, triunfador en la primera de las 12 carreras que ganaría durante su paso por la Fórmula 1.
En el Gran Premio de Kyalami, en Sudáfrica, Reutemann logró quedarse con el primer puesto y volvió a poner la bandera Argentina en lo más alto luego de los más de 16 años que habían pasado desde aquel último triunfo de Juan Manuel Fangio en la Fórmula 1, en el Gran Premio de Nürburgring, Alemania, en 1957.
La carrera en Kylami significó mucho más que la primera victoria para Lole a bordo del Brabham BT 44. Le permitió al santafesino dejar atrás el abandono en el Gran Premio de Buenos Aires, que cuando lideraba la carrera se quedó sin nafta a menos de media vuelta del final.
Tanto impacto había generado esa frustración que cuando Lole ganó en Sudáfrica el diario Clarín tituló en su tapa: “Reutemann: esta vez, ganador hasta el final”.
En Kyalami, por la tercera fecha del campeonato de 1974, largó en la segunda fila y logró superar al local Jody Scheckter y al suizo Clay Regazzoni y en el giro 11 logró pasar a Niki Lauda. Le sacó 33 segundos al escolta, el francés Jean Pierre Beltoise.
Lole ganó 11 carreras más en la Fórmula 1. Dos fueron en esa misma temporada de 1974, en Austria y en Estados Unidos.
No se le dio por muy poco el título, pero el santafesino fue un grande de la máxima categoría en su tiempo, además de uno de los grandes ídolos de la historia del deporte argentino, hasta su retiro en 1982.
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El 13 de enero de 1974, Reutemann se había quedado sin nafta a 500 metros de la gloria en el autódromo de Buenos Aires.
A Lole le faltó el título y algo más que toda la vida lo golpeó en el corazón: ganar el Gran Premio de Buenos Aires, el que abría la temporada cada enero. Salió dos veces tercero y dos veces segundo, pero no pudo festejar la victoria.
En 1974 estuvo más cerca que nunca. Fue en el circuito 15 del autódromo que todavía no se llamaba Oscar y Juan Gálvez y hacía años que había dejado de llamarse 17 de octubre. Aunque esa tarde, precisamente, el protagonista de la gesta homenajeada por el nombre original estuvo en al palco convocado de apuro.
En el autódromo había más 80 mil personas. Lole largó desde el sexto lugar pero avanzó hasta la punta en la tercera vuelta. En la carrera alcanzó a sacarle 27 segundos al que venía atrás. Pero la hazaña no ocurrió.
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La vuelta fatídica fue la 51. El argentino mantenía una ventaja amplia y paró en boxes. Apareció una falla. “Se trabó la rueda trasera derecha con el portamasa y tuvimos que cambiar la suspensión trasera. En el apuro nos olvidamos de cargar la última lata de combustible de 18 litros. De haberlos tenido, ‘Lole’ hubiese terminado la carrera sin problemas y la hubiese ganado”, contó más tarde Gordon Murray, diseñador del Brabham BT44B.
Unos minutos después la imagen era tremenda. El público esperaba la aparición del Brabham en la recta, para la bandera a cuadros. Pero en la entrada a mixtos Lole estaba sentado sobre el asfalto, apoyado en el auto inmóvil. Hasta ahí había llegado.
Ante un público desconsolado, el neocelandés Denny Hulme aprovechó el regalo y ganó su última carrera de F1.
El otro gran personaje de ese día fue el general Juan Domingo Perón, que transcurría su tercera presidencia y, también, los últimos meses de su vida.
No había ido a ver la carrera, pero cuando le avisaron que Lole iba a ganando se subió a un helicóptero junto a Isabel Perón para llegar al autódromo. Fue preparado para una fiesta y terminó decepcionado.
De todos modos, sonrió con Lole en el palco. La anécdota famosa de ese momento es que Perón, a falta de otra cosa a mano, le regaló su lapicera. “Cuando llego, me lo encontré junto a Isabelita. Me dice ‘pibe, pibe, llevate un recuerdo’ y me da un abrazo”, contó Lole muchos años después.
LT